El Nuevo Día de hoy reseña la puesta en escena del musical "Hairspray" en el Centro de Bellas Artes de San Juan. Para quienes no hayan visto la obra o la película del mismo nombre, la trama del musical se desarrolla en la década del 1960, en la ciudad de Baltimore, en pleno fervor del movimiento de derechos civiles impulsado por la comunidad negra.
Sin embargo, en la producción puertorriqueña se utilizan actores blancos pintados de negro, para los personajes negros. El personaje de la matriarca negra "Motormouth Maybelle", interpretado en el cine por Queen Latifah, es interpretado en el blanquísimo San Juan de Puerto Rico por la actriz Aida Encarnación quien, dice el periódico, "tuvo que acentuar su color". El personaje de "Seaweed", su hijo, es interpretado por el cantante Éktor, quien tampoco es negro. Una de las cantantes del grupo femenino "The Dynamites", que en la película emula a las famosas "The Supremes", es blanca.
¿La razón? Según el director de la obra, Alejandro Primero, "de los artistas negros que audicionamos no hubo uno que diera la talla, ni siquiera tomando en cuenta que podía mejorar con los ensayos". Cuando lo leí se me revolcó el estómago. Cuando lo reescribo me tiemblan las manos y se me acelera el pulso de la indignación.
Aunque imperdonable, podría entenderse que estas declaraciones vinieran de un señor que se quedó en el pasado. Pero sigue la misma línea el joven de veinte y tantos, a quien le han dado la “gran oportunidad” de pintarse de negro para protagonizar el musical.
Dice Éktor: "Aquí no hay negros 'full', como los de la película ni rubios completamente." Y continúa: "Me siento con doble responsabilidad, porque uno de esos negritos me van a estar mirando en la obra pensando que podrían estar en mi lugar."
Sorprende y decepciona que comentarios como éstos se den todavía en el Puerto Rico del siglo XXI. Reflejan una total falta de respeto hacia el puertorriqueño negro que, al parecer, puede cantar reguetón o salsa, pero no protagonizar un musical. En San Juan, por lo menos, no. Tampoco puede ser Gobernador, miembro del Gabinete, ni ocupar posiciones ejecutivas en una gran corporación.
El primer paso para resolver un problema es admitir que existe. Mientras sigamos viviendo en la negación, repitiendo el mito de que en Puerto Rico no hay racismo, seguiremos fomentando la división y la incomprensión. Como relacionistas, hemos trabajado en campañas para los problemas sociales más diversos. Quizás es hora ya de pensar en una que combata el racismo.
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